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EDITORIAL

El precio de la luz deja en pavorosa evidencia a Sánchez y Ribera

Padecemos un Ejecutivo que huye de sus responsabilidades tanto como de la realidad.

Ya se advirtió hace tiempo en estas mismas páginas de cómo el Gobierno social-comunista, en lugar de afrontar los altos costes de la energía con políticas liberalizadoras orientadas a aumentar la producción y reducir el peso fiscal que soporta, trataba de burlar la realidad con un intervencionismo propio de trileros consistente en reducir el precio por decreto endosando la diferencia al contribuyente. A este respecto, se podría recordar la advertencia de Ortega y Gasset de que "toda realidad ignorada prepara su venganza"; pero la verdad es que era difícil imaginar que la realidad que Pedro Sánchez trataba de burlar se fuera a vengar tan pronto como lo ha hecho este miércoles en forma de precio medio de la electricidad en el mercado mayorista; justo el día en que entraba en vigor ese artero mecanismo de topar el precio del gas que, según la ministra para la Transición Ecológica (sic), Teresa Ribera, iba a producir un descenso significativo, nada menos que de entre el 15 y el 20%. Y es que se han alcanzado los 165,59 euros el megavatio hora (MWh), a lo que hay que sumar 59,27 euros de compensación a las plantas de ciclo combinado que producen electricidad por la diferencia entre los precios actuales del gas (unos 80 euros el MWh) y el tope fijado por el Gobierno (40 euros).

Lo peor es que este jueves la realidad va terminar por dar la puntilla a las falsas promesas del Gobierno: según datos del Operador del Mercado Ibérico de Energía, el precio medio de la luz será de 170,81 euros/MWh, 5,22 euros más que el miércoles; sumados los 88,20 euros de la compensación a las centrales, el total ascenderá a 259 euros, un 15% más que el miércoles y justo lo que Sánchez prometió que iba a bajar el recibo de todos los españoles. Eso, sin olvidar que el compromiso inicial del falsario Sánchez era reducirlo un 40%.

Toda política que no esté orientada a producir más energía o a favorecer su importación está condenada al fracaso en el abaratamiento de un bien cada vez más demandado por la sociedad. Mientras haya un Gobierno preso de sus delirios ecologistas, que tanto entorpecen y encarecen la producción; un Gobierno que no renuncia a su voracidad fiscal; un Gobierno que lo que se propone no es aumentar la oferta sino reducir la demanda con cosas tales como el uso de la bicicleta; mientras, en fin, haya un Gobierno que se dedica a dinamitar las relaciones con nuestros principales suministradores, como Argelia, no cabe esperar reducciones sostenidas en el precio de la energía. Y es que la inflación generalizada y la guerra en Ucrania no serán responsabilidad de Sánchez, pero en absoluto son excusa para absolver a un Ejecutivo que huye de sus responsabilidades tanto como de la realidad.

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